El voluntariado en los proyectos escolapios de las Californias se inició en el año 1996 por lo que ya tiene una trayectoria de más de 20 años y nos permite valorar como estas experiencias han ayudado a crecer a los proyectos en función de la evolución que han experimentado sus agentes. Cada voluntario que ha participado de los proyectos ha dejado su legado en las personas con quien interactuó, como una gota Malaya deja su mínima marca en la roca, el voluntario ha dejado una nueva idea del mundo y eso hace crecer a las personas. Por supuesto, el crecimiento del voluntario es indiscutible. La magnitud de este crecimiento es incalculable pues no solo deja huella durante la vivencia, sino que se arrastra y tiene efecto durante toda su vida.

 

1.Vivir dentro de la comunidad: La deconstrucción del voluntario.

Juego de patio en la ETC Calasanz II.

Para hacer una casa se empieza por los cimientos. La revolución empieza desde la base, y esa base son precisamente las personas a quien van dirigidos los proyectos de Calasanz: los pobres y en especial, los niños.

Por eso al voluntario se le planta en medio de la comunidad, para que toque, para que viva como uno más de ésta. Que se integre, que entienda y se gane la confianza de las personas para que sientan como propios los proyectos que les ofrecemos. Esto que aparentemente parece bien sencillo, al inicio de la experiencia del voluntario puede ser más duro de lo que uno piensa. El desamparo ante este escenario desconocido y la adaptación a todo el entorno Juego de patio en la ETC Calasanz II. son situaciones que aparecen cuando aterrizas en medio de esta nueva realidad.

Salida a las Fiestas del Sol con los jóvenes de Pandilla Calasanz.

Lo que hace el voluntario para sobrevivir es deconstruirse, es decir, dejar a un lado todos sus prejuicios, toda su timidez, sus dudas, su área de confort para salir a la calle y sentirse abierto a lo desconocido y estar dispuesto a lo que la comunidad necesite. Este es el gran valor conseguido en el voluntariado en las Californias: el voluntario es uno más en su colonia, que vive y comprende cómo viven los demás y que en este acercamiento puede actuar, además, de puente para que los propios escolapios puedan optimizar al máximo la ayuda que estos ofrecen.

Es evidente que sin esta inmersión en la comunidad a la que queremos ayudar, sin esta inicial deconstrucción del voluntario, crecer en todos los sentidos y en todas las direcciones se hace mucho más difícil si no imposible.

 

2. La fragilidad de la construcción.

Elena con los niños del Instituto y la ETC en el Rally Calasancio.

Podemos hablar de dos legados del voluntario. El legado aparente y el legado real.

El legado aparente es aquel que es frágil y que posiblemente se pueda romper. Es decir, el grupo que crea el voluntario, la actividad realizada, los regalos hechos, etc. El legado aparente es bonito, debe gustar y acostumbra a agradar tanto al voluntario como a la comunidad que lo recibe. Pero no es tan importante ni tan trascendental, no pasa nada si en su fragilidad se rompe (si no se rompe, evidentemente, es un éxito  sin duda, pero lo normal es que se rompa).

El legado real es precisamente el que no se ve, es una idea, una vivencia aportada a una persona, una palabra, un ejemplo, eso que hace que a nivel individual y colectivo algo cambie.

Melisa alumna de la ETC Calasanz II y Tomás en el Deportivo Calasancio.

El voluntario puede ser el que da voz a los que no la tienen, puede ser el que ofrece confianza a aquellos que pensaron que no valían y puede escuchar a aquellos que nunca son escuchados. El voluntario es aquel que se acerca, que invita, que propone, esto facilita el acercamiento pero también es aquel que cuestiona, que increpa, que interpela, que insiste para que la comunidad sea autora de su propia transformación

Cuando el voluntario se acerca a las personas, se gana su confianza a través del acompañamiento, de la complicidad y de la convivencia, y el fruto de tal acercamiento suele ser el  empoderamiento de estas personas de la comunidad. Ese legado que deja el voluntario acostumbra a ser un legado de fe y bondad en las personas. De fe porque el voluntario confía en todas las personas que le rodean sin prejuicios y el hecho de creer en ellas, hace que éstas ganen autoestima, crezcan y tengan fuerza para aportar su granito de arena y contribuir al cambio de la comunidad. De bondad porque las acciones del voluntario están hechas desde el corazón, amablemente, altruistamente, sin esperar nada a cambio.

El objetivo del voluntariado es un legado real, pero desgraciadamente a corto y medio plazo es difícil visualizar los resultados aunque ahí estén. Pueden ser poco perceptibles a largo plazo e incluso vincular estos cambios exclusivamente al voluntariado sería deshonesto pues, aunque el voluntario pueda ser un punto de inflexión, el cambio nace desde las mismas personas.

Aun y ser poco perceptibles, hay algo en las comunidades y las personas que lo viven que sabemos del cierto que cambian y cambian para bien, para hacer crecer y mejorar su comunidad. Nuestra experiencia nos dice que, con el acompañamiento del voluntario, hay personas que han despertado.

 

3. La maleta de vuelta

Elena con Alejandro y Melisa de ETC Calasanz II en el taller de niños de las Jornadas Educativas Calasancias.

Tan difícil es hablar del legado que deja el voluntariado como del legado que la comunidad deja al voluntario. Lo que sí está muy claro es que el voluntario crece, amplía su visión del mundo, elimina perjuicios y no se plantea si su vida cambiará porqué ya cambió.

El voluntariado a corto plazo puede ser un paréntesis en tu vida, puede ser un sueño. El voluntariado de larga duración es un punto y seguido, forma parte de tu vida, es lineal, no te permite cansarte y agotarte porque la vida tampoco te lo permite (un mes de voluntariado te permite darlo todo y volver a casa cansado y satisfecho, con la sensación de volver a casa con la misión cumplida).

Por lo tanto, la maleta de vuelta que se lleva el voluntario es una maleta de Mary Poppins, con un fondo infinito, y no sabes siquiera que es lo que hay dentro. A lo largo de toda tu vida lo irás encontrando y quizás te sorprenda.

 

4. Todos crecemos: Trabajo en equipo

Podríamos decir que cada uno de nosotros somos una parte de todas las personas que conocemos, por eso somos todos distintos, pero nos reconocemos entre los demás. El valor del voluntario por sí solo es inapreciable, aumenta a medida que todos se van relacionando con él.

Empieza por la organización internacional, programando el viaje, buscando dónde vivirá, como se acomodará, las funciones que se les asignarán, etc. Todo el equipo, el engranaje que se pone en marcha cuando un voluntario quiere participar, ya hace que el movimiento que se genera valga la pena.

Las actividades que realiza el voluntario en la comunidad se ven modificadas a consecuencia de la interacción entre las personas, el conocerse, el entenderse, el ponerse en el lugar del otro, ayuda a mejorar las propuestas iniciales y eso va en beneficio de la calidad del propio proyecto.

El crecimiento que existe en estos proyectos de Calasanz se hace en diferentes dimensiones. Por un lado, hay un crecimiento cuantitativo, en número de participantes, hay una expansión real de los proyectos que se realizan, pues cada vez son más. Por otro lado, hay un crecimiento cualitativo en ambas direcciones, del voluntario a los miembros de la comunidad y de los miembros de la comunidad al propio voluntario.

Está claro que el voluntariado depende de un trabajo en equipo, antes, durante y después, pues hablamos de personas, por tanto, nada será siempre exacto y repetido. La experiencia nos hará crecer a todos y no es precisamente el voluntario el que más crezca, ¿O quizá sí?

 

Elena Fonalleras y Tomàs Miralles,

Voluntarios anuales en Mexicali, curso 2017 – 2018.